¡PALESTINA LIBRE E INDEPENDIENTE!

 

PALESTINA-LIBRE-E-INDEPENDIENTE

La operación militar de Hamás de la resistencia palestina ha provocado la habitual oleada de declaraciones. Casi todos los gobiernos occidentales se han apresurado a «declarar su solidaridad con Israel por la cobarde agresión terrorista» (bloque estadounidense, es decir, UE y Commonwealth) o, por el contrario, a «expresar su apoyo al pueblo palestino por su iniciativa de resistir al invasor» (países árabes, islámicos, la mayor parte del Sur global).

Cabe reseñar que la actitud mecánica de tomar partido y apoyar lo que sea necesario, con insoportable talante «solucionista», sobre todo en países tan acostumbrados a dar lecciones, como los europeos, es precisamente lo que ha sostenido durante décadas esta interminable carnicería. Se trata de una actitud descaradamente irresponsable y cobarde.

Desde sus orígenes, el estado de las relaciones entre el sionismo y luego el Estado israelí y los palestinos en los territorios ocupados es de tal desequilibrio de fuerzas que el conflicto no puede definirse como un enfrentamiento, sino sólo como una dominación estructural de naturaleza colonial salpicada de episodios insurgentes. Una opresión puramente ejemplar, sin límites ni reparos, en un crescendo de abusos y atropellos. Con un retraso de 75 años, hoy se termina admitiendo que la situación es propia del apartheid.

Más allá de la espiral del lenguaje bipolar de las instituciones políticas y los medios de comunicación occidentales, se nos pide que condenemos el terrorismo, pero no que intentemos comprender sus causas. El Estado de Israel, como desahogo de los sentimientos de culpa de las potencias europeas, como supuesta reparación por la Shoah y como expresión de colonialismo occidental, plantea cuestiones mucho más profundas de las que las etiquetas del terrorismo y la guerra en Oriente Medio puedan indicar.

La única perspectiva de resolución de este conflicto es la justicia. No todo se resuelve con uno o dos estados. Lo racional y moral sería un solo estado donde todos vivieran con los mismos derechos. Otra opción, hoy igual de difícil de materializar sería la coexistencia de dos Estados soberanos. Aun con esto no se resuelve el llamado conflicto, queda la cuestión de los refugiados y la discriminación contra la minoría palestina en Israel. 

Debemos oponernos a la tendencia ya crónica al olvido y a la mentira de las clases dirigentes europeas, que tienen tanto el interés como la credibilidad potencial para mediar en este conflicto y desde hace décadas se han replegado en el servilismo a las instrucciones de Estados Unidos, que no tienen ni el interés ni la credibilidad para alimentar una paz duradera en Oriente Próximo.

Este NO a la invasión israelí de Gaza es el mismo NO a la guerra de Ucrania, a las guerras de Kosovo, Sudan, Nagorno Karabakh, Siria y muchos lugares más en llamas. Salir del tercermundismo humanitario, salir de la Alianza Atlántica, decir NO a la guerra, a todas las guerras, a la arrogancia y las mentiras, al colonialismo occidental.

 

Luz Gómez es catedrática de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad Autónoma de Madrid. Es autora de varios ensayos y traductora de Mahmud Darwish al español. De sus numerosas traducciones del poeta palestino, En presencia de la ausencia (Pretextos, 2012), obtuvo el Premio Nacional de Traducción 2011. A su cargo ha estado la edición de BDS por Palestina (ediciones del oriente y del mediterráneo, 2014) Es editora y traductora de El poeta troyano. Conversaciones sobre poesía (ediciones del oriente y del mediterráneo 2023).

Olga Rodríguez es periodista, investigadora y escritora especializada en información internacional, Oriente Medio y Derechos Humanos. Ha desarrollado su carrera en la Cadena Ser, Cuatro, CNN y en el diario.es, medio del que es cofundadora. Ha cubierto los conflictos más importantes de las últimas dos décadas en Oriente Medio y el norte de África. Es integrante de la Asociación de Periodistas de Madrid y de la Junta directiva de la UNRWA España (Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos).

Isaías Barreñada es profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense de Madrid. Sus áreas de investigación son la relaciones internacionales en los países árabes, la política exterior española y europea, Palestina-Israel y el Sahara Occidental. Autor de numerosos artículos y ensayos. Su último libro, con José Abu Tarbush es PalestinaDe los acuerdos de Oslo al apartheid (Catarata, 2023).

Ignacio Castro Rey, es filósofo, crítico de cine y arte, gestor cultural y profesor. Además de múltiples artículos y conferencias, ha publicado diversos libros. El último de ellos se llama Lluvia Oblicua (Ed. Pretextos 2020) seguido de Mil días en la montaña (Roxe de Sebes) (Ed. FronteraD, 2019) y Ética y desorden (Pretextos, 2017). Anteriormente ha publicado también, entre otros, Votos de riqueza (Madrid, 2007), Roxe de Sebes (A Coruña, 2011) y La depresión informativa del sujeto (Buenos Aires, 2011). 

Breve bibliografía sobre el tema: https://www.enclavedelibros.com/categoria/palestina-biblio_W69

 


El artista palestino que dibujó un niño para dibujar la humanidad

Un libro reúne centenares de dibujos del artista palestino Nayi al-Ali, asesinado en Londres en 1987 y creador de Handala, un niño de 10 años símbolo de la resistencia palestina.

 

Olga Rodríguez

El célebre autor de cómics Joe Sacco dice de Nayi Al-Ali que "sigue siendo un héroe en el mundo árabe, en particular para los palestinos, que pronuncian su nombre con la misma ternura con la que mencionan a sus grandes poetas". Ahora el libro Palestina. Arte y resistencia en Nayi Al-Ali, publicado en España por Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, recoge sus viñetas más célebres, sus pensamientos y su historia, interrumpida violentamente por su asesinato en 1987.

"Me enfrentaba a ejércitos con caricaturas y dibujos de flores, esperanza y balas", dijo Nayi Al-Ali en una ocasión sobre su trabajo como dibujante. Nacido en la aldea palestina de Ash-Shayara en 1936 y expulsado de ella por la ocupación israelí cuando aún era un niño, Al-Ali supo bien lo que significa ser un refugiado de por vida.

 

Creció en un campo de refugiados en Líbano, donde pintaba en muros y paredes, hasta que el escritor Ghassan Kanafani, figura de renombre en el campo literario y en el activismo político, lo descubrió en una visita al campo para dar una conferencia. Desde entonces Al-Ali dibujó para diferentes periódicos árabes, pasó por varios países y terminó instalándose en Londres, donde alcanzó celebridad sin abandonar nunca su voluntad de visibilizar las injusticias a través de sus dibujos.

Posiblemente no hay nadie en Oriente Próximo que no sepa quién es Al-Ali y que no conozca su creación más célebre, Handala, un niño de 10 años representado casi siempre de espaldas, observando lo que ocurre en la viñeta, invitando a los lectores a mirar, a no permanecer indiferentes. Handala es hoy en día una figura tatuada en miles de pieles de jóvenes árabes, grafiti en muros y paredes, dibujo en libros y pósteres, manteniendo viva la memoria de su autor, asesinado en Londres en 1987.

"Nayi Al-Ali representa el sentimiento de dolor, impotencia e injusticia que creo que todo palestino lleva en su interior, el sentimiento de que el mundo les ha abandonado, de que no les escucha", relata a elDiario.es la periodista Teresa Aranguren, experta en Palestina, quien ha escrito un capítulo del libro Palestina. Arte y resistencia en Nayi Al-Ali.

Al-Ali es conocido en el mundo árabe por sus viñetas ácidas y por su crítica no solo a la ocupación israelí, sino también a los jeques del petróleo aliados de Washington, a los regímenes árabes, los poderes económicos, la burguesía palestina y la corrupción de algunos dirigentes palestinos, incluidos funcionarios de la Organización para la Liberación de Palestina.

"Fue capaz de dibujar el sentimiento de dolor del pueblo palestino, a veces también de ira, de rabia e indignación", explica Aranguren. "Con los años su niño Handala se convirtió, sin que su creador lo buscara, en un símbolo de la resistencia. No hay apenas nadie en el mundo árabe que no sepa quién es ese niño que todo lo ve".

"Handala mira el inagotable sufrimiento, sobre todo de las personas refugiadas palestinas. Hay que recordar que su autor fue un refugiado desde que tuvo que exiliarse de su tierra, expulsado de su propia aldea", rememora Aranguren.

El mismo Al-Ali contó que creó a Handala en la época en la que vivía en Kuwait como una defensa contra aquella sociedad consumista en la que vivía, y lo definió como "un niño que no es guapo, con el pelo como un erizo, a sabiendas de que el erizo usa sus púas como arma. No es un niño gordo, mimado y acomodado. Es uno de esos niños descalzos del campamento, que me protege de los excesos y de los errores".

En alguna ocasión explicó que había elegido a un niño porque la infancia es el símbolo de la sinceridad, de la inocencia y la verdad: "Es la conciencia que no está dispuesta a ceder. No pierde nada porque es pobre, trabajador y desposeído". El nombre de Handala procede de handal, una planta trepadora con propiedades purgantes que crece en el desierto. Ese niño de diez años, tan solo un poco más pequeño que su autor cuando tuvo que exiliarse, es su alter ego y representa la resiliencia, la conciencia de la verdad, la innegociable dignidad de un pueblo que sufre la ocupación y la discriminación. Al-Ali siempre decía que Handala solo crecería cuando regresase a su tierra.

El dibujante palestino se definía a sí mismo como un "realista alineado con los pobres". Su tierra y su pueblo estuvieron en el centro de sus viñetas, pero con sus denuncias pretendía visibilizar todas las injusticias del planeta. Tuvo la voluntad de ser azote de las clases dirigentes y voz de las personas oprimidas. Para ello denunció la ocupación, el sectarismo religioso, la corrupción, los abusos contra los derechos humanos y el expolio de los recursos naturales. La revista Time dijo de él que "dibuja con huesos humanos", y el diario japonés Asahi lo definió como un artista que "dibuja con ácido sulfúrico".

Sufrió no solo la expulsión de su tierra y la destrucción de la aldea en la que nació -que ya no existe, fue derribada el 1 de mayo de 1948 por fuerzas de la Haganah, milicia sionista y embrión del ejército israelí- sino también la pérdida de personas muy queridas, como su propio mentor y descubridor, el escritor Kanafani, quien murió en 1972 en un atentado con coche bomba perpetrado y reivindicado por los servicios secretos israelíes. En el ataque también murió la sobrina de Kanafani, con 17 años.

El mismo Al-Ali tenía demasiados enemigos "para un artista armado tan solo con un lápiz y un cuaderno". "Nunca fue hombre de partido y, aunque simpatizaba con el Frente de Liberación de Palestina, el grupo marxista y panarabista fundado por el médico cristiano George Habash en 1967, nunca se sometió a disciplina alguna de partido. Quería simplemente expresar el dolor, la amargura, la valentía, el desamparo de los suyos. Y su inquebrantable fortaleza", señala Aranguren.

El 22 de julio de 1987, en Londres, un hombre se le acercó por detrás y le disparó a bocajarro en la cabeza. Ocurrió a las puertas del diario Al-Qabas International, en el que trabajaba. Tras casi cinco semanas en coma, murió el 29 de agosto de ese año en un hospital de la capital británica. La policía inglesa arrestó a Ismail Sowan, quien confesó que había estado trabajando tanto para la OLP como para el servicio de espionaje israelí Mossad. Fue acusado de posesión de armas y explosivos pero no de asesinato, porque no se encontraron pruebas contra él.

Un segundo sospechoso arrestado por Scotland Yard también confesó ser un agente doble. En 2017, 30 años después del asesinato, la policía de Reino Unido reabrió la investigación y desveló que Al-Ali había recibido varias amenazas de muerte en los años que precedieron a su asesinato. [...]

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