Kaoutar Harchi

Traducción del francés: Inmaculada Jiménez Morell

Tal como existimos, donde el amor paterno-filial y el despertar de la conciencia política acompañan la infancia y adolescencia de una chica de origen inmigrante, ha sido valorada como «Una autobiografía conmovedora».

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Tal como existimos es uno de los libros más debatidos del momento. Harchi es profesora e investigadora en sociología y admiradora de sus predecesores en una escritura eminentemente francesa que desdibuja la frontera entre literatura y sociología: Didier Eribon, Annie Ernaux y Édouard Louis. El proyecto de Harchi, sin embargo, difiere del de sus predecesores socioliterarios, como ella misma me dijo: «estos escritores, a quienes leo, admiro y con quienes reflexiono, no parecen tener la misma dificultad con la idea de lugar, como a mí me sucede; son franceses y están claramente reconocidos como tales. En mi trabajo hay una dimensión adicional, la cuestión de la raza, la cuestión poscolonial. Esto es lo que trato de resaltar en Tal como existimos.

Russell Williams, Times Litterary Supplement

Carta de identidad de una escritora «beur»

Publicado el 11 de octubre de 2024 / Por Iñaki Urdanibia 

Por si fuera necesario, diré que el término beur que consta en el título, es el modo para, en argot, referirse a los nacidos en Francia, hijos de inmigrantes árabes. Si en el anterior artículo presentaba la obra de una mujer de padres argelinos, en la presente ocasión, leo una obra de Kaoutar Harchi, nacida en Estrasburgo, en 1987, de padres marroquíes: «Tal como existimos», publicado por Ediciones del Oriente y del Mediterráneo. La socióloga entrega en su libro, una historia de su vida, cual si se tratase de una novela de aprendizaje, en la que el sujeto, ella, se toma a sí misma como objeto, ampliando el singular a lo colectivo… resultando su caso, en no pocos aspectos, el de bastantes otras. Retrato de su vida, retrato de su familia y la de los suyos, los amigos que comparten la misma suerte que ella. Sus padres, Hania y Mohamed, son trabajadores humildes: ella trabaja en una residencia de ancianos, mientras que él se dedica al mantenimiento en una fábrica. Sobre todo la madre está empeñada en que su hija no se mezcle con los jóvenes del barrio pues considera que son unos vagos, unos gamberros siempre dispuestos a montar broncas; con el fin de alejarla de tal ambiente la matricula en una escuela católica que, obviamente, está en otro barrio, más distinguido, cruzando el río Ill, que desde luego no es en el que ha nacido y habita… Ya en el bus en que han de trasladarse, padece, ella y su amiga Jadiya, los primeros gestos de desprecio, y las risas acerca de su aspecto, de su color de piel, y de su manera de hablar. Nada digamos en el propio colegio, en donde ella y las de su origen pasan a ser las “no-idénticas” con respecto a los chicos y chicas que proceden de familias de dinero, que, no obstante, son en cierta medida el inalcanzable modelo -contagiada Kaoutar por su madre- que a ella le gustaría seguir. Los clones son mayoritarios y ellas son un mundo aparte, objeto del desprecio, en un medio escolar en el que existían unas fronteras herméticas, infranqueables. Hasta cierto signo de paternalismo se da por parte de una profesora que, viendo la afición de Kaoutar por la lectura y la escritura, y seguramente con la mejor de las intenciones, le regala un libro con una dedicatoria, «a mi pequeña árabe», que le supone un rebote de órdago. Todas estas cuestiones van a hacer que la narradora /escritora sea empujada a buscar su mundo; antes de acabar el bachillerato, no obstante, ve un enorme trajín por parte del alumnado, con unos sobres marrones… era la inscripción a diferentes universidades: ahí se reafirman las claras diferencias entre los blanquitos que pueden elegir las universidades y escuelas más elitistas, pues sus padres tienen los medios para ello. Estas diferencias y el sentimiento de aislamiento, provocado por una descarada violencia simbólica, va a hacer que ella busque su mundo, y el colectivo con el que puede codearse en unas relaciones de igualdad y de valores comunes: eso le va a conducir a cierto nacionalismo familiar (con sus progenitores, y en especial con su madre) y a su vocación de escribir, no como acto gratuito y estético, sino como forma de dar voz a sus vivencias y las de los suyos, al tiempo que le empuja a elegir estudios de sociología, no teórica sino pegada a la práctica, a lo concreto, siguiendo las enseñanzas del argelino Abdelmalek Sayad y Pierre Bourdieu, no sin temer la incomprensión de sus padres por la decisión tomada que suponía, se quiera o no, cierta separación de ellos. El velo, el color de la piel como marcas corporales que se enraizaban en un pasado de sus antepasados en las colonias y las de sus padres en la metrópolis… experiencia que se repetía, de distintas maneras, una y otra vez… y alguna escena de odio abierto por parte de algún bruto, que exigía a sus amigas que se quitasen el velo, propinándole un puñetazo a una de ellas en la cabeza. Por medio van quedando escenas de enfrentamiento con la policía, que no cesa en el continuo atosigamiento a los jóvenes, y la escorada presentación en las pantallas televisivas de los hechos… igualmente que se nos hace conocer las visitas de sus padres, y otros inmigrantes, a su país natal, dedicándose a dar una falaz imagen de las maravillas que viven en sus países de destino, y como muestra de ello, los regalos que se entregan a los distintos parientes. La escritura se fue convirtiendo en un verdadero trabajo y en una arma de lucha, «una tarea realizada no por su propia finalidad, su propia belleza, sino más bien por lo que permitía alcanzar, obtener, bastante más allá de ella misma […] como una contribución colectiva , consagrada en último extremo a hablar de nosotros, de la familia que formábamos que pertenecía a un grupo histórico, a una clase muy extensa, las más numerosa, pobre y violentada». ¡Así Kaoutar Harchi, que hablando de sí y de los suyos, entrega el resultado de un implicado, y vivido, trabajo de campo!

Dos lecturas tras la lectura:

Por una parte, es de subrayar que los tonos autobiográficos se mantienen en el último libro que ha publicado la autora: Ainsi l´animal et nous (Actes Sud, 2024) ya que en especial en cinco cuadros (cinq tableaux) narra diferentes acontecimientos que ha vivido o conocido, teniendo una presencia destacada su madre. En este libro se habla de la relación entre humanos y animales, subrayando cómo algunos seres son animalizados (se pone el acento en su aspecto animal): como las mujeres, los colonizados, los proletarios, los pertenecientes a minorías raciales… lo que hace que queden en situación de poder ser excluidos de la comunidad moral, por la violación, por la fábrica, por el látigo, por la persecución y el encierro. Ligado con lo anterior, y en cierta medida complementándolo, acabo de leer una artículo de la autora en el nº 1830 del hebdomadario Politis, fechado este 2 de octubre: Le corps mutilé devient cette seule terre que le colonisé peut habiter; en el artículo se analiza «la manera con que la estrategia de mutilación de los cuerpos llevada a cabo por Israel participa de una política colonial», ya que Israel además de sembrar la muerte, ha extendido la mutilación, lo que hace que éstas cobren un papel importante, mostrando una lógica colonial de mutilación, lo que a través de cortar toda posibilidad de que el pueblo palestino se cure de sus heridas, ya que los palestinos y palestinas pierden un ojo, una pierna, y al mismo tiempo esa bomba que ha destrozado los cuerpos ha destrozado las infraestructuras (de las 36 instalaciones hospitalarias con que contaba Gaza un tercio han dejado de funcionar, del mismo modo que la ayuda humanitaria ha sido bloqueada). Y saca a relucir unas cifras implacables: Gaza contaba con 440.000 personas discapacitadas, según Danila Zizi, directora de Handicap internacional para Palestina; es decir 21% de la población total. Desde el 8 de octubre, se cuentan cerca de 100.000 personas heridas de donde se puede deducir que una gran parte de esas personas son desde entonces discapacitadas. La discapacidad no es un efecto conectado con la masacre, sino una finalidad de la política colonial de quien la organiza, mantiene. Estos cuerpos marcados, y su previa animalización, se vio desde los primeros días de los bombardeos del Estado de Israel al declarar, tanto Netanyahu como su ministro de defensa, que estaban ante animales, ante bestias, y a tales se las había de tratar como tales. A la mente viene alguna escena narrada por Primo Levi en Si esto es un hombre: los prisioneros muertos de hambre se peleaban por unas peladuras de patatas que unas elegantes señoras les arrojaban para ver el espectáculo de la lucha entre ellos… lo que suponía, según su asquerosa visión, una confirmación de que eran como animales… no hace falta rizar rizo alguno para recordar los estudios de Giorgio Agamben sobre el homo sacer que suponía que los cuerpos de los súbditos, su vida y su muerte estaban en manos del soberano.

Por Iñaki Urdanibia para Kaosenlared

Información adicional
Colección

letras del oriente y del mediterráneo, 42

ISBN

978-84-127649-4-9

Año de edición

2024

Páginas

148

Tamaño

210 x 125 mm

Peso

185 g